CUANDO EL FUTURO PARECE IMPOSIBLE:
OSWALDO GALARZA
Reimaginar, desear y construir desde abajo
Entre la niebla del presente y el deseo de futuro, florece la política como esperanza colectiva.
1. Un tiempo sin promesa: el mundo sin esperanza
Vivimos una época donde el futuro se ha vuelto una amenaza en lugar de una promesa. La historia parece detenida y el presente, lleno de miedo, precariedad y despojo, nos cae encima como un muro que impide mirar más allá. No es solo que falte justicia; es que nos han quitado incluso la posibilidad de imaginar otra vida. Estamos en un tiempo de desencanto profundo: no porque no suframos, sino porque nos han hecho creer que nada puede cambiar.
Este clima de resignación ha instalado una sensación de fatalidad: que todo está dicho, que no hay salida, que ningún proyecto colectivo vale la pena. Es lo que Mark Fisher llamó “realismo capitalista”, pero hoy va más allá: ya no se trata solo de cerrar caminos, sino de adormecer el deseo mismo de buscarlos. Mientras tanto, se multiplican las falsas salidas y las promesas vacías que solo alimentan la desmovilización.
2. Repolitizar el futuro: volver a soñar desde abajo
Por eso, hoy más que nunca, necesitamos recuperar el derecho a imaginar. Repolitizar el futuro no es un lujo teórico: es una urgencia vital. Necesitamos soñar en colectivo, armar utopías que no se sostengan en dogmas ni promesas abstractas, sino que nazcan desde las luchas concretas, desde el dolor y la esperanza de nuestros pueblos. Como decía Paul Ricoeur, la utopía no es una evasión, sino una crítica al presente desde la posibilidad de otro mundo.
En esta línea, Ernst Bloch rescata el papel de la esperanza como fuerza anticipadora hablaba del "aún no": ese deseo que todavía no ha tomado forma, pero que nos mueve a actuar. La esperanza, bien entendida, no es pasividad sino impulso transformador. Enrique Dussel, desde una perspectiva decolonial desde América Latina, nos recuerda que la utopía verdadera nace desde la exclusión, desde los márgenes, desde quienes han sido negados por el sistema y, sin embargo, insisten en construir futuro.
También es clave entender que los mundos no se transforman solo con recursos, sino con sentidos. Cornelius Castoriadis nos dice que cada sociedad se teje con imaginarios que nos hacen creer que todo es natural, inamovible, que naturalizan el orden establecido Romper con esa ficción, desarmar sus ficciones hegemónicas, abrir espacio para lo nuevo, es parte esencial del cambio.
Y como sugería Walter Benjamin, a veces hay que mirar la historia "a contrapelo", interrumpir la narrativa lineal del progreso para leer en los fragmentos del pasado los signos de una redención todavía posible, no para idealizar el pasado, sino para rescatar esas chispas que siguen vivas, esas luchas no acabadas que aún pueden encender el porvenir.
Repolitizar el futuro no es construir castillos en el aire, no es proyectar ilusiones ingenuas. Es afilar la mirada, ensanchar los horizontes y levantar la voz para decir: otro mundo no solo es posible, sino necesario. Y lo haremos desde abajo, con lo que somos, con lo que soñamos, con lo que luchamos.
3. Descolonizar el deseo: desmontar los ídolos del presente
Pero no basta con imaginar futuros distintos si seguimos deseando con los moldes del sistema. El capitalismo no solo domina por la fuerza o el dinero, sino porque ha colonizado nuestras formas de sentir, de pensar, de desear. Nos enseñó a admirar la competencia, el éxito individual, el consumo como forma de felicidad. Y a temer la fragilidad, el cuidado, la lentitud, la vida común.
Descolonizar la imaginación política también implica descolonizar el deseo: liberar nuestra capacidad de anhelar otras formas de vida. No se trata solo de criticar lo que existe, sino de cultivar sensibilidades nuevas, que nos permitan desear lo que aún no existe pero ya late en las prácticas solidarias, en las resistencias anónimas, en las redes comunitarias que sobreviven entre las ruinas del capital.
Frente al deseo neoliberal, que promete libertad pero encadena a la lógica del rendimiento, necesitamos reaprender a desear en común. Reencantar el mundo no es volver al pasado, sino abrir espacio a lo que todavía no tiene nombre, pero ya se intuye en el corazón de nuestras luchas.
4. Hacia una política de la esperanza colectiva
La esperanza no es ingenuidad, es coraje. No es esperar que algo ocurra, sino crear las condiciones para que ocurra. Frente al poder que somete, necesitamos reapropiarnos del poder de hacer, de la construcción del poder desde abajo. Frente a la maquinaria del miedo, necesitamos construir espacios de sentido, de afecto y de organización popular.
Hoy más que nunca, urge una política que no se limite a gestionar la crisis, sino que encienda el deseo de transformación. Una política que escuche, que abrace, que imagine. Una política que no tema decir que la ternura es también una fuerza revolucionaria.
La niebla del presente no se disipa sola: se disipa caminando, creando, organizando. Porque entre la niebla también hay faros. Y porque el deseo de futuro, si se vuelve colectivo, puede ser la chispa que abra nuevos amaneceres.
Bibliografía
• Benjamin, Walter. Tesis sobre la historia. En: Iluminaciones. Taurus, 2008.
• Bloch, Ernst. El principio esperanza. Traducción de J. Sacristán, Trotta, 2007.
• Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad. Tusquets, 1993.
• Dussel, Enrique. Filosofía de la liberación. Ediciones Sígueme, 1998.
• Ricoeur, Paul. Lecturas sobre la ideología y la utopía. Edición de George H. Taylor, Columbia University Press, 1986.
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